Se enfocó en la búsqueda de un criterio para la inclusión de acciones de lo “justo” donde se compartiera una forma de vida.
Planteó que el bien se define en función de la meta; la aportación más importante de este filósofo a la ética fue la introducción del concepto de felicidad, definida como una actividad elegida en virtud de sí misma.
Propuso una igualdad de todos los seres humanos ante Dios, una ética intermedia donde lo más importante es el mundo que vendrá después. Planteó la existencia de un “yo” racional que se encuentra en una lucha con los apetitos.
En este periodo, el sujeto tenía un papel fundamental en la ética y las preguntas relacionadas con el actuar ético eran principalmente “¿qué debo hacer?” y “¿cómo debo actuar?”.
Immanuel Kant introdujo el concepto de deber, al plantear que la obediencia de las normas requiere el deber por el deber mismo y no por un fin ulterior.
Friedrich Hegel entendió la ética desde una concepción histórica, donde el hombre se relaciona siempre con su tiempo y con los otros. De ahí se desprende la idea de libertad, la cual se define por el contexto.
Friedrich Nietzsche planteó a la razón como el elemento más evolucionado respecto a la pasión; de esta manera, la razón termina convirtiéndose en el destello de las pasiones.
Arthur Schopenhauer resaltó el concepto de voluntad del ser, lo cual implica que la conducta está determinada por esa voluntad.
Este periodo siguió planteando las preguntas de la filosofía moderna y antigua, pero agregó cuestiones relacionadas con la manera en que cada individuo debe decidir o elegir.
Jean Paul Sartre fundamentó su aportación de la ética en la libertad. Según este filósofo, no hay determinismo, ya que el hombre es libre.
Max Scheler afirmó que la persona es un ser realizador de actos y tiene una esencia individual. Se puede definir a la persona como el ejecutor unitario de todos los actos.