La primera clasificación tiene su origen en Grecia, en donde Hipócrates (IV a. C); distinguió entre Manía y Melancolía.
La anterior idea se mantuvo hasta el Renacimiento, mediante Galeno (I d. C), Barrough (1583) introdujo una tercera categoría, la Demencia.
Durante el siglo XVIII Kant en Antropología y Pinel en Nosología filosófica ampliaron y diferenciaron la clasificación, ellos distinguen dos clases de manía (con y sin delirio), a su vez conservan Melancolía y Demencia y añadieron Idiocia.
Enseguida, Linneus, experto biólogo también realizó importantes aportaciones a la clasificación creando géneros de enfermedades (ideales, imaginarias y padecimientos).
Sin embargo, Kraepelin, en su Manual de Psiquiatría (1899), quien fue considerado padre de la clasificación de los trastornos mentales, debido a que elaboró un sistema para constituir grupos de pacientes con sintomatología homogénea que constituían un síndrome. Sus criterios se fundaban en causas orgánicas, hereditarias, metabólicas, endocrinas, alteraciones cerebrales.
El International Classification of Diseases (IDC) promocionado por la OMS, en sus cuatro primeras ediciones (1900-1938) sólo incluyó este tipo de alteraciones, siendo Europa la pionera de la clasificación de las alteraciones mentales.
El DSM americano cambia e incorpora dos grandes cuestiones: la explicitación de los criterios con los que se construyen las categorías, la ampliación que supusieron los cinco ejes diagnósticos, ubicando aquellas alteraciones que representaban dificultades diagnósticas como el caso del retraso, y lo mental y matizar la gravedad de los restantes (Del Barrio, 2009, p. 82).